El noticiero de TV, por Diego Oliveira, publicado originalmente em Barometro Internacional
La mejor forma de mostrar (mostrarnos)
como esto es así, es realizar el análisis de los formatos utilizados por los
medios y percibir que se oculta detrás de ellos. El espacio necesario para
hacerlo con todos los formatos y con la profundidad necesaria, excede con mucho
la extensión de este trabajo. Limitémonos entonces a realizar una investigación
somera de uno de esos formatos, como ejemplo de lo que queremos decir.
Por supuesto que consideraremos la televisión. Este es hoy
el medio de mayor penetración y de mayor influencia. Sólo en los Estados
Unidos, el 15% de la población lee libros, el 20% lee periódicos, y casi el 70%
de la población utiliza la televisión como único medio de “informarse,
entretenerse y educarse”[1].
En nuestros países periféricos, donde el analfabetismo es mayor, los
porcentajes deben ser aún más intimidantes. De ella vamos a considerar el
formato del noticiero, intentando un análisis que desentrañe su estructura[2].
Supongamos que venimos del espacio exterior, conocemos a
los seres humanos, pero sabemos poco de su cultura. Queremos estudiarla
investigando sus telecomunicaciones. Escaneamos sus transmisiones de
televisión. Constatamos que la mayor parte de las señales, transmiten
sistemática y periódicamente un espacio de duración limitada (entre media y una
hora) de formato repetitivo.
En este formato asombra el mantenimiento de patrones muy
similares. En general el espacio comienza con una presentación donde se
despliegan todos los medios tecnológicos de generación de imágenes (caracteres
e ideogramas en volumen, en movimiento, en transformación) acompañados por
sonidos armónicos de gran similitud.
Inmediatamente aparecen en escena unos extraños
personajes. Parecen ser seres humanos, pero sólo aparecen unos medios cuerpos.
Estos medios cuerpos pueden ser uno o dos (nunca más). También puede variar el
género, la hembra o el macho de la especie humana, o en caso de ser dos, las
combinaciones posibles. Estos “bustos parlantes” miran la cámara fijamente, alternando
sus miradas con papeles, o con un computador portátil que tienen debajo. Los
planos de cámara son notoriamente los mismos, planos medios dónde nunca aparece
un primer plano, pocas veces se realiza un zoom y si existe algún plano abierto
es al principio o al final de su discurso.
Extrañamente, no importa de dónde provenga la
transmisión, la vestimenta de estos seres es muy similar (incluidos los
maquillajes de las hembras). El escenario en que se encuentran es curiosamente
repetitivo en su distribución espacial. Sets cerrados, con paredes decoradas de
estética muy análoga, o con muchas pantallas que transmiten diferentes
imágenes. En algunos casos aparecen de fondo otros medios cuerpos, como si se
encontraran en una sala con múltiples escritorios con computadores.
El discurso de estos medios cuerpos (que nunca va
acompañado de sonidos de apoyo) se alterna a lo largo del espacio con la
transmisión a pantalla completa de imágenes descriptivas de lo que parecen ser
acontecimientos diversos. En algunos casos aparece (a partir de la segunda
mitad del espacio o cerca del final) un nuevo protagonista. Puede ser otro
medio cuerpo, o sorpresivamente a veces aparece por primera vez un ser humano
completo de pie, también tomado a plano fijo.
El espacio se cierra con nuevas proezas en generación de
imágenes o en algunos casos con planos medios abiertos, y nuevamente
acompañados con sonidos y caracteres móviles o fijos que se insertan en la
imagen.
Esta breve descripción estructural, nos permite ahora,
siendo seres humanos que vivimos en el mundo, realizar algunas apreciaciones.
En primer término, el noticiero de TV es un escenario, un “teatro de la
objetividad noticiosa”. Como toda representación exige de la creación de un
guion, una puesta en escena, una actuación y una dirección. Es una
representación que está basada en la credibilidad que el receptor tenga del
mensaje que transmite. Esto explica los medios cuerpos y la mirada fija en la
cámara. Se trata de generar, simulando una conversación, confianza y credibilidad
en el espectador. Así tenemos la sensación que están conversando con nosotros.
Quien me habla me mira casi constantemente, apenas baja su mirada hacia los
papeles en la mesa o hacia su laptop. Aún ese desvío de mirada (que
técnicamente no sería necesario, ya que existe el telepromter), me dice que no
me endilga un discurso aprendido de memoria, sino que sabe de lo que me habla
pero que a veces necesita una guía para su discurso. Es un “interlocutor
cercano a mí”, de allí los planos constantes. Es muy serio, con voz muy
trabajada (es un profesional del manejo de la voz), establece un discurso sin
emocionalidad (mantiene un tono de voz constante), que me dice de su
“objetividad”.
¿Para qué es necesario todo esto? Para que quien recibe
el mensaje no ponga en duda la “realidad de la información”. La representación
simula que una elección intencionada y arbitraria de eventos, así como su forma
de presentación, que tienen una alta carga de subjetividad o intencionalidad,
es una “realidad objetiva” de la cual el medio sólo es un vehículo para
llevarla a nuestros hogares.
Pero llega aún más allá, el análisis semiótico que
tomamos como referencia concluye diciendo que sería bueno que el formato
mostrara al espectador también la forma como se elabora, el proceso de trabajo
de quienes crean el noticiero. Pero en el mundo en que vivimos, dónde la
comunicación masiva tiene sus intenciones e intereses, eso no será nunca así. Si nos mostraran como se elabora el
noticiero, quedaría a la vista cuánto éste tiene de creación con objetivos
propios, y haría transparente que no es una “ventana al mundo”, sino una visión
parcializada de sus productores.
Algo de historia
El formato actual del noticiero de TV nace a fines de los
años cincuenta en los EE.UU. Las transmisiones de la BBC de Londres, que fueron
pioneras, mantenían un formato diferente, que era el de los noticieros
cinematográficos creados a fines de la década de los veinte (que también sería
interesante estudiar). No fue una casualidad la estructuración de este nuevo
formato, respondía al cambio de centro hegemónico dentro del cual se gestaba.
La cultura norteamericana generó un formato para la comunicación muy asociado
al show y a la teatralidad que venían desarrollando desde la revista musical y
desde Hollywood. Este formato ha ido perfeccionándose durante todo el siglo XX
y hoy constituye un bloque cerrado que ha conseguido imponerse a nivel global.
Y lo que muestra hasta qué punto es una hegemonía
impuesta, es esa homogeneidad de formato, de estéticas escenográficas, de
vestuario y aspecto de los presentadores, que se da para difusores y receptores
del mensaje, de culturas, lenguas y visiones del mundo diferentes.
Conclusiones
¿Son o no entonces los formatos comunicacionales que nos
bombardean constantemente, una herramienta más de la dominación?
Creemos que sí, y que es una labor fundamental
desentrañar estos mecanismos de control, para ser capaces de generar los
sistemas propios para liberarnos. Vernos y comunicarnos con nuestros propios
ojos[3]
y nuestros propios valores, y nuestra propia visión del mundo.
Como las capas de la cebolla, vamos descubriendo que la
batalla por llegar a ser nosotros mismos tiene varios niveles de complejidad, y
que solo podremos darla si logramos tener en cuenta y combatir en todos los
frentes.
[1] Documental “Zeigeist”, Tercera
Parte, Google Vídeo, http://video.google.com/videoplay?docid=8883910961351786332
[2] Utilizamos como base para el
análisis, actualizándolo y determinando los “contenidos ocultos” del formato,
el análisis semiótico del libro “El objeto Cultural y sus Sentidos”, capítulo
“Apuntes para una análisis del tele informativo”, de Roco Mangieri, ULA, 1998
[3] Parafraseando a “Vernos con nuestros
propios ojos”, Aram Aharonian, Fondo Editorial Question, Caracas, 2007
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